jueves, 29 de diciembre de 2011

Hoy, en la noche.

Sin ellos no hay ecos que perturben, con su sonámbula interrupción, la apacible música de la noche. Los búhos bordan hoy caminos invisibles en el cielo, y al fin puedo sentir las canciones que suenan tras sus alas.

domingo, 25 de diciembre de 2011

La sed


A veces la sed

en su retorno estacional

causa fuegos de graves soles

y es lo único que me inunda.

Conocer la orografía del mundo

no hizo que por fin encontrara

esa fuente que buscaron mis faltas.


Los sonidos, constantes,

son más de lo que aquellos,

titanes fuertes y saciados,

intuyen poder tejer.


Por eso, marea tras marea,

el vientre marino es siempre

sereno y anónimo en su lento

sueño.


Si la visión vagara amable

cuando es reflejo tras el ojo

jamás cortaría a este corazón

que tan bien supo sentir

lo que otorgan sus fieles

y óbices

consecuencias.

...

jueves, 22 de diciembre de 2011

Haiku: "Asia"


Ya no soy sueño,

mis amados viajeros.

Sentid mi alma.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El Golem


... y todo confluyó en una estéril pausa,
un infructífero silencio de escapada libre.

Mi mente regresó a un estado anterior
de consciencia,
cuando era visible la luz crepuscular
en una tierra infinita que se creaba
a sí misma,
por mi misma.

Nunca soy capaz de alejarme
cuando el lamento por lo pasado
aparece.
Se eleva ante mi como
un golem de manos absolutas,
inesquivable.

Materializándose en un pétreo gemido
me cierra el paso hacia el camino.
Cuando ya ha terminado de nacer,
enmudece.
Solo yo soy la que continúa el grito
que se enreda en su aureola.
Y así, lo alimenta.

La lacrimosa verdad se hace presente.
Por eso, quiero regresar
a ese estado anterior de consciencia,
donde los sucesos son pactos
entre mi mente y la arena.

Donde lo que duele
se manifiesta en certezas salvables,
en espejos de benévolo reflejo.

Pero, ah...reflejos son.
Al menos lo que alimenta al golem
es fuego ardiente real.

No, hoy no sé
qué escapada quiero,
si el sueño que me miente
o la vigilia que me hiere.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Tamis y la ciudad


La noche era óleo espeso de premeditado dibujo. Mientras las luces de las farolas terminaban de desperezarse, ella caminó sobre un asfalto aguado por una tormenta caída hacía unas horas. La ciudad era como una dama engalanada para un baile, estaba preciosa dentro de su vestido negro y dorado de generosos pliegues. Entre ellos Tamis se perdía, guiada por su tacto de exquisita textura. Cada esquina, un compás nuevo bajo la música de las horas, cada calle, una fiesta de danzantes enmascarados.

Y ella, fruto de cuatro años de vivir en su pétreo vientre. Con pasos blandos atravesaba arterias conocidas, en un viaje de fluído torrente sanguíneo. A veces creía conocer todo su cuerpo, pero en el momento más insospechado la luz podía mostrarle piel nueva. Las dos eran unas viejas conocidas que jamás terminaban de comprender los misterios de sus respectivos espíritus. Como damas en un baile veneciano, como seres en un eterno renacer.

viernes, 26 de agosto de 2011


El nuevo comienzo la hizo tambalearse entre las llaves de exquisito ofrecimiento. Pero tras la primera tormenta, el rocío que abrazó el mundo calmó su sed. Era efigie, era estatua de sal en un lago de dulce superficie, fecundado de acuática vegetación. Bajo la nueva máscara el cetro de su poder adornaba su mano derecha, mientras la izquierda dibujaba palabras invisibles en el aire.

Cuando ella supo de su recién adquirida naturaleza, no volvió nunca más sus ojos hacia lo que quedó atrás, más allá de las puertas abiertas.

Ella, ella. Sal y reina, mármol modelado por el agua sumergida. Tablillas de plegarias bajo sus pies sagrados, misivas de su propio yo. Reina, reina. Soberana definitiva en su nuevo mundo de posibilidades.

Y en el pasado, al otro lado, solo un cenotafio vacío.

jueves, 28 de julio de 2011


Sus ojos habían cambiado de color y su cuerpo era ya testimonio de su adultez. Cuando las luciérnagas hicieron llorar de luz al bosque, la madera húmeda y la piedra despertaron el olfato del lobo. La luna había traicionado a la noche ocultando su rostro entre manos negras, porque sabía que era el momento. Volar entre la tierra, saciar la pulsión de escapada: era el despertar de la visión del Oráculo.

Y al fin los cuentos cobraron todo su sentido.

Los niños, desvelados, de pronto sintieron la cercanía, la promesa de las páginas fantásticas leídas por labios ancianos. Supieron lo irremediable del cambio, todo el cambio, la exquisita muerte del hastío. Como un nacimiento esperado, la magia comenzó a desbordarse entre la niebla en el poblado, desplegando lazos mas allá de lo visible, arrollando como un flujo renovado la savia del mundo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Fabrizio


Fabrizio había pasado una vertiginosa ola de aventuras hasta llegar donde estaba, y pese a su pingüe experiencia, tenía la sensación de no encontrar respuesta a la nueva prueba. Si todo había sido una broma de su mente para, dormido, hacerle saltar vacíos y perseguir escaleras subidas de puntillas por princesas acróbatas, no le encontraba la gracia. Pero helo ahí, arrastrando su interés por haber caído en la trampa de la ‘curiosidad’ y las mariposas en el estómago.

La encontraría, oh, sí, la encontraría… aunque tuviese que volar hacia los cielos espumosos para abrazar a la chica de rojo que, sonriéndole, desapareció al principio de su viaje entre las costelaciones de la bóveda infinita. ¿Quién lo hubiera pensado? Hasta los payasos tristes tienen sus fantasías de emoción y amor…

Más tarde vería si había despertar o no.

lunes, 25 de julio de 2011

Escritura derramada


Nada se escondía de mi respiración agitada... Levanté el cuaderno y las letras bailaron como hojas en un remolino. Era hora de hacer brotar la llama, era hora de abatir barcos invisibles. Desgarré tres sentimientos, tres sobres de papel de lágrima me sirvieron. La máquina llevaría pulcramente mis pensamientos al altar de sacrificio. Lo simple me sorprendió tras las vidrieras como algo inesperado.

Todo acabó en un instante.

miércoles, 20 de julio de 2011

La luz del rayo


Ah, sí…recuerdo aquella noche bajo la lluvia ácida de otoño. Los Revisores llegaron pronto, resguardando las pantallas de litio bajo sus amplios abrigos, mientras fumaban el opio de las cabezas de la gente. Fuera los peatones se amontonaban en las aceras, cruzando de punta a punta la urbe amarilla. Entre ellos, los Revisores pasaban sin ser advertidos, seleccionando tan solo las más aptas víctimas soñadoras.

Pero yo… yo no soy como ellos, mendigando en círculos para echarse a la boca un solo resquicio de placer y tortura. Yo soy quien viéndolos, los devoro uno a uno. Siempre existen, siempre se multipilican, cayendo sobre la ciudad como ratas infectadas de rabia y hambre. Pero aquella noche mi festín fue mayor que el suyo. Banquete de desgarramientos al filo de la hora más oscura, evaporación de fútiles existencias. El despertar se tornó eléctrico.

Fue una gloriosa jornada, y aún divierte mi mente y mi espíritu, ahora que vago entre los dos mundos…


Gritaba el frágil cachorro durante la hegemonía de Urano. La urbe dormía bajo el sudor frío de la noche, haciendo brillar las calles en una fiesta de luces y reflejos acuosos. Sobre el nido, ella miraba al pequeño, tembloroso en su ansiedad y hambre infantil. Así, batiendo en silencio las alas se precipitó hacia el cielo, trazando saltos en la tierra con su inquisitiva mirada circular. Hoy regresaría, como cada vez, con sangre caliente entre sus garras, sin arrepentimiento, sin pasión.

Las estrellas no habían cambiado cuando el final cerró el libro de la víctima. Y sí, ocurrió un grito más profundo, implorante de escapada y furia, que acabó enmudeciendo bajo el epílogo de la cría. Ella estaba satisfecha, y la sangre aún decoraría de triunfo un tiempo sus armas de cazadora.

Mientras, Urano seguía sonriendo en un perfecto arco de luna.