sábado, 10 de noviembre de 2012

El corazón del ofidio


Existen muchos tipos de maldad en mí,
dime sobre cuál quieres saber.
Una vez la caja esté abierta
no debe importarte cuántos demonios
comiencen a enroscarse en tu aire limpio.
La vileza que submarina se halla en el fondo 
decorada está de selva viciada y húmeda,
mas sobre mi piel tatuada sabes
que brilla hermosa la palabra de néctar.

Los surcos que dejo en la arena 
son sinuosos y revelan la sombra de mis escamas.

Dime qué cuervos sobrevuelan tu torre de dudas.
Así que vamos, no hagas que muerda, 
pues en mi fiel persistencia tropical
ya estoy haciendo círculos en la jaula, 
 y mi salto cubrirá la escasa distancia 
sin necesidad de mostrar artificios previos.

***

¿Qué quieres aprender? ¿Conocer cómo sabe 
la excelsa maldad, la que se retuerce 
gota a gota bajo los ojos cerrados? 
¿La que nace cuando el pulso galopa
y cada compás son cortes de metal? 
Tu búsqueda pide así arrancar notas 
 que broten con sabor a fruta dulce.

En el delirio de la huida la selva es un laberinto
que engulle y ata tus latidos en escapada.
No reconoceré la puerta frente a mí,
pues sus verdes hojas son demasiado pesadas
para mi fiero y solitario corazón de ofidio.

***

Hoy solo puedo encarnar mi rostro telúrico
 o en una cortina de humo desaparecer.
Lo primero es un camino de espinas. 
Lo segundo, el ciclo del eterno retorno.
Puede que solo yo entienda estas palabras, 
pero urgente debes leerlas,
porque mi lengua es bífida y su perfil
será inmutable hasta el fin del camino.

Pero en este éxtasis de lluvia y formas
también la serpiente está atrapada, 
sus anillos asfixian su propio corazón. 
El camino del descenso es delicioso 
y trae sensaciones de libertad,
mas este animal sabe de sus días pretéritos
y comprende que lo mejor es ser humo 
para ascender y volar en un recuerdo.

Ser de luz, si mis palabras has comprendido
ya sabrás con certeza muda
porqué necesito hablar en susurros 
y así vivir hasta el fin de mis días
rodeada de laberintos.