Matadme en esta noche
fría, porque no he podido salvarnos.
Los periódicos bajo
mis pies hablaban del fin y quedé impasible,
caminando sin sentir
el sendero de blanda ceguera.
Girábamos juntos y
los ciervos bailaban alrededor
como fuegos fatuos de
ocre plenilunio.
En este bosque de la
promesa.
Pero sabías, como yo,
que era un hermoso decorado.
Acoger con valor el
sino del latido,
eso hicimos.
Y al caer en la
armonía del caos
nos convertimos en la
noche.
Caos perenne.
Como las hojas del
bosque.
Como el sendero
invisible.
Como todas nuestras
faltas.
Como el fuego ciego
de amor.