sábado, 21 de mayo de 2011


La soledad del espacio le otorgó sus últimas palabras. Flotando como un ser inerte sobrevolaba la nada del orígen que lo envolvía sin entender de direcciones, palpitando como lo más vivo. Y detrás, la nave esperando como un cascarón vacío de sentido. Sus manos ya no contaban sus años, sus oídos, sordos de paz, intentaban deleitarse con el canto de las estrellas. Y él, se vio narrando el fin de su ciclo como mortal, llorando derrotado por no haber sido capaz de entenderlo antes de llegar al vacío.

Razón, mi amor, olvídate de mí hasta que regrese a los parajes de mi cuna. Es el renacer de mi yo, ahora alcanzaré por fin a la persona que pude ser en potencia.
Nunca comprendieron, cuando regresó, hasta qué punto él murió durante aquellos minutos bajo el abrazo definitivo del Universo.

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