El día de la retirada, Mir’Amnia cabalgó exhausta sobre tierras rojas de óxido, aridez y sangre derramada. Lo que quedaba de su reino era ella misma, tras las batalla con aquellas armas que hacían desaparecer los objetivos explotándolos en una nube de polvo de sueño. Grr-muhva la llevaba suavemente sobre su lomo, buscando un camino en medio del desierto de luz.
No hay destino, no hay vientre de la fértil natura en la que abandonarse a la placidez del futuro. Mir’Amnia lo sabía, y la hipérbole ausencia de su legado quedaría en recuerdos que nadie creería jamás. Arriba, la diosa seguiría mirándola desde su palacio de dos faces, única testigo de lo que una vez llegó a ser. Con sus ojos cerrados intentaba adivinar su porvenir, pero, ¿no he dicho ya que no hay destino?
Las respuestas perlarían el largo camino como el sudor de medianoche, oportunidades para crear nuevos reinos, nuevas aleaciones de paz y simiente.
Y quizás, llegaría la hora.
Sin duda, mi favorita de tus inspiraciones. Una fantasía surrealista llena de sabor por descubrir.
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