Juno miró al débil vencejo con cara de curiosidad, dando vueltas alrededor de la caja de zapatos mientras su cabeza sostenía unas orejas muy levantadas por la sorpresa.
"¿Qué es eso?", me preguntó sin apartar sus ojos verdes de él.
Y yo le respondí: "Juno, eso eras tú aquel atardecer que te recogí de la calle".
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