Viví en una pajarera
sin poder hallar
al ave del paraíso.
Decepcionada por el vuelo
renací al fin en flor,
donde los más sutiles olores
me despertaron en la tierra.
Su tacto era
creer ver feliz a Perséfone
recostada en los infiernos.
Sonido sordo del fluír
hacia la vida de la madre,
acoge mi savia débil
para fortalecer su vientre.
Ahora seré un paladín
en cada uno de tus días,
rogando por tus creaciones,
muriendo por tus milagros.
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