Trasnochada miro el gran ojo luminoso.
Me observa con un ronroneo parsimónico
mientras mis entrañas se acurrucan
en el fondo de mi torso encorvado.
Lo veo, y su mirada pálida me contesta
hablándome como una flecha certera
por la evidencia de este momento.
Y me obliga a admitirlo:
"Eres pasto del insomnio"
Y el crepitar de su cerebro se une al mío
en un mudo vals de horas huecas.