lunes, 19 de septiembre de 2011

El Golem


... y todo confluyó en una estéril pausa,
un infructífero silencio de escapada libre.

Mi mente regresó a un estado anterior
de consciencia,
cuando era visible la luz crepuscular
en una tierra infinita que se creaba
a sí misma,
por mi misma.

Nunca soy capaz de alejarme
cuando el lamento por lo pasado
aparece.
Se eleva ante mi como
un golem de manos absolutas,
inesquivable.

Materializándose en un pétreo gemido
me cierra el paso hacia el camino.
Cuando ya ha terminado de nacer,
enmudece.
Solo yo soy la que continúa el grito
que se enreda en su aureola.
Y así, lo alimenta.

La lacrimosa verdad se hace presente.
Por eso, quiero regresar
a ese estado anterior de consciencia,
donde los sucesos son pactos
entre mi mente y la arena.

Donde lo que duele
se manifiesta en certezas salvables,
en espejos de benévolo reflejo.

Pero, ah...reflejos son.
Al menos lo que alimenta al golem
es fuego ardiente real.

No, hoy no sé
qué escapada quiero,
si el sueño que me miente
o la vigilia que me hiere.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Tamis y la ciudad


La noche era óleo espeso de premeditado dibujo. Mientras las luces de las farolas terminaban de desperezarse, ella caminó sobre un asfalto aguado por una tormenta caída hacía unas horas. La ciudad era como una dama engalanada para un baile, estaba preciosa dentro de su vestido negro y dorado de generosos pliegues. Entre ellos Tamis se perdía, guiada por su tacto de exquisita textura. Cada esquina, un compás nuevo bajo la música de las horas, cada calle, una fiesta de danzantes enmascarados.

Y ella, fruto de cuatro años de vivir en su pétreo vientre. Con pasos blandos atravesaba arterias conocidas, en un viaje de fluído torrente sanguíneo. A veces creía conocer todo su cuerpo, pero en el momento más insospechado la luz podía mostrarle piel nueva. Las dos eran unas viejas conocidas que jamás terminaban de comprender los misterios de sus respectivos espíritus. Como damas en un baile veneciano, como seres en un eterno renacer.